Desde una esquina del tiempo llega el rumor de sus voces. Mucho de lo que susurran a mi oído nunca será conocido. Pero algunas palabras verán la luz del papel, y serán.



lunes, 8 de mayo de 2023

Día gris

 


Enredada en las gotas
de la neblina,
va cayendo
una noche lánguida,
húmeda,
fría.
Las luces de la calle
se reflejan
en el suelo mojado.
Hay rincones
de barro,
y pequeñas lluvias
bajo las hojas de los árboles.
Un sapo errante
se sube al asfalto,
en su fiesta personal.
Los paraguas llevan a la gente
de un lado a otro,
evitando los charcos,
y las salpicaduras
de las ruedas.
La Luna, fría también,
se guarece sobre las nubes,
que transparentan su luz,
pero ocultan su rostro
a nuestros ojos
anhelantes.
El día se quedó
allá, atrás,
preparando su regreso,
en el próximo amanecer.
Tal vez, y sólo tal vez,
mañana brille el sol,
sobre nuestras nostalgias,
y enfrentemos la vida
con toda nuestra luz.

sábado, 25 de junio de 2022

Esperanza

 La rojiza luz del sol

se durmió, recostada

tras la tenue línea

del horizonte.

Y a sus pies

desapareció el paisaje.

Parecieron morir

los árboles, las casas

y el verde sombrío del campo.

El hombre

no quiso aceptar

ese final.

Buscó una piedra

al borde del camino

y se sentó a esperar.

Lo abrazó una oscuridad

profunda y aterradora,

pero no se rindió.

Poco a poco,

su espera no fue defraudada,

porque se colgaron en el cielo,

una a una,

las estrellas titilantes.

Giró su cuerpo,

ya pleno de esperanza,

y al mirar hacia atrás

quedó extasiado

por el derrame de plata

de la Luna que emergía,

para hacerse dueña de la noche.

Tanta belleza lo inmovilizó,

y lo mantuvo allí, absorto,

hasta que los puntos brillantes

se fueron borrando

uno a uno,

y las sombras fueron dando paso

al nuevo día.

viernes, 28 de agosto de 2020

Mi refugio

La rutina se muere
y el tiempo ya no existe.
Hay una cadencia de besos
que borra los ayeres,
las ingratitudes,
lo triste,
lo superfluo.
La lluvia
sobresalta los techos
y los pastos,
pero el amor ni se inmuta,
ajeno totalmente
al relámpago impetuoso,
que quiebra la oscuridad,
en un vano intento de opacar
el fulgor de tu risa
entre las sábanas.
La penumbra nos abraza
húmedos,
despeinados,
palpitantes.
El aire se estremece
una y otra vez,
con el temblor del abrazo,
y sobreviene una calma
que enlaza los susurros
y las miradas.
El nuevo día
lucha por nacer
tras las nubes grises,
sin darse cuenta
que el sol
brilló toda la noche
en tus ojos,
en tu asombro,
en mis manos
llenas de tu vida,
en la complicidad
de la ternura.
Amanece.
El cielo estalla
desde el trueno amenazante.
Pero yo sé
que quiero
quedarme a vivir
en el refugio de tu piel. 

viernes, 29 de mayo de 2020

2011



-¡Fagúndez!

La voz de trueno del jefe retumbó desde el fondo de la oficina.

-¡Vaya al sótano, rápido, traiga los archivos del 96! ¡Maldita sea la hora en que mandé ese informe!

Me levanté como si la silla hubiera de pronto ardido a mil grados. Jamás habíamos visto a nuestro jefe en ese estado de furia. Era un hombre correcto, más bien bonachón, que nunca levantaba la voz. Le obedecíamos sin problemas porque siempre requirió nuestro trabajo con respeto.

Me dirigí a la puerta gris. En otro momento, aquello habría significado la posibilidad de pasar un rato lejos de las computadoras, apartado de la rutina que carcomía mi vida ocho horas cada día, desde hacía quince años.

Pero hoy todo era distinto. La orden era apremiante. Tal vez porque nunca había bajado de prisa, estuve a punto de caer a los pies de la escalera.

El lugar estaba mal iluminado. La tenue luz se perdía entre carpetas y biblioratos gordos de papeles.

En los bordes de los estantes habían pegados pequeños trozos de papel con el año correspondiente. 1994, 1995... Allí estaba.

El grueso archivador, apretado entre otros dos deslucidos carpetones, descansaba en lo más alto de la estantería. Busqué la escalera para alcanzarlo. Así y todo, tuve que estirar mis brazos para intentar sacarlo. Mientras forcejeaba, sentía caer sobre mí el fino polvillo depositado allí a lo largo de tantos años. Cerré mis ojos con fuerza y seguí maniobrando aquel pesado mamotreto.

Entonces, cuando terminó de deslizarse por el estante y quedó sujetado solamente por mis manos, comprendí que no podría soportar aquel peso. Se me escapó de entre los dedos, cayó sobre mi cabeza y mis pies dejaron de posarse en la escalera.

No sé cuánto tiempo estuve desmayado.

Me despierta un sonido monótono que no alcanzo a reconocer. Me cuesta abrir los ojos. Un dolor agudo en el centro de mi cabeza me obliga a cerrarlos enseguida. Pienso en mi jefe, allá arriba, con toda su urgencia. Mis compañeros, al ver que demoro, bajarán a auxiliarme. Trato de concentrarme en el sonido. Es muy raro. Como si miles de pequeños pies se deslizaran sobre los papeles. No alcanzo a distinguir si viene de mi alrededor o si está dentro de mi cerebro. El golpe fue muy fuerte, puede ser un zumbido.

Algo me toma por los pies y comienza a arrastrarme. Pongo todo mi esfuerzo en abrir los ojos y, cuando lo logro, un grito de terror se ahoga en mi garganta.

Mi cuerpo se desliza dentro del hueco dejado por el archivador. Muchos seres pequeños caminan a mi lado y se van perdiendo en una oscuridad imposible de describir.

La última luz que veo tras de mi, muere cuando el archivo encaja nuevamente en su lugar.

Mientras me elevo, como flotando en aquella tenebrosa oscuridad, recuerdo los sucesos del año 96.

Y lo comprendo todo.

martes, 16 de julio de 2019

La escritura del sol



Te miro andar y andar el cielo,
haciendo el día,
y quisiera ser Sol,
como tú eres.
Desde el instante mágico,
en que la noche deja de ser noche,
y se disuelve en luz,
para ser día,
tú dibujas hábilmente los contornos,
y quiero, al imitarte,
en profunda reverencia a tu donaire,
impregnar de tu esencia mi poesía.
Quiero decir, como tú dices,
a las gentes,
una viva palabra, desde el alma.
De profecía, de calor, una palabra
con vocación de dignidad,
verbo de gracia.
Una palabra alentadora y motivante,
que reconcilie,
que restañe las heridas.
Decir en tinta la grandeza humana.
Decir en sangre lo débil del hombre.
Sobre el papel ingrato
de los días,
quiero escribir las letras perfumadas
que reconozcan la riqueza de la vida.
Dejar plasmado el rumbo
que he elegido,
y señalar, con un gesto silencioso,
una estrella personal para mis hijos.
Astro Rey, forjador de atardeceres,
tú logras ser ecuánime y austero.
Todo lo envuelve la tibieza de tu abrazo.
Y el ámbar de tu luz,
que remueve la savia y agita la vida,
le otorga, a cada sombra, su mensura,
y reparte, con sabiduría,
el brillo que reflejan las miradas.
Es por eso que quiero,
emulando tu estilo,
pronunciar el nombre justo
para cada hombre.
Denunciar las acciones injustas,
como tus rayos de luz penetrante
dan evidencia de oscuros rincones.
Ponerle una voz dulce a la ternura,
para dejar, en el alma de mi amada,
el verso aquel
que nació de una caricia,
acompasando el vuelo de dos alas.
Humedecer el vientre de las nubes,
entibiando los labios de la brisa,
para que robe, con un beso, la frescura
de los espejos azogados de los mares.
Quisiera, como tú, alimentarme
de verdores, de trinos, de agua fresca,
para llenar de luces los paisajes
y que no falten nunca los colores.
Que de mi pluma brote la esperanza,
y mis papeles, frescos o amarillos,
sean compañeros fieles de la vida,
y exhalen, del Amor,
el más dulce aroma conocido.
Que mi existencia, como tu jornada,
transite del Oriente al Occidente,
y al llegar a las puertas del ocaso,
la conciencia esté en paz,
el alma libre,
y sea, para aquellos que la atisben,
cual simiente en la tierra
mi escritura.

lunes, 30 de abril de 2018

Tres años



La pastilla que cae en mi mano izquierda no es del rojo brillante que me tiene acostumbrado y hastiado, sino de un color oscuro y apagado, cuasi como sangre reseca. Sabida es la desidia de los laboratorios que las fabrican, y sus pésimos controles de calidad. Pero no la descarto, son tantas las sustancias desconocidas que han ingresado a mi cuerpo… El medio vaso de whisky aguado que he dejado anoche sobre la mesa de luz me ayuda a tragar la píldora. Me dirijo a la sala, aparto de un manotazo los restos plásticos de mi última cena chatarra, que han quedado sobre el sillón, y me dejo caer en él como si me abandonara en los brazos de un ser amado. Cierro mis ojos y me encomiendo a las reacciones químicas que puedan liberarme de esta opresión.
Tres años ya, sin ti.
Tres años ya, viviendo –o muriendo- en esta horrible rutina. Días agobiantes, noches de insomnio, y la tremenda angustia del amanecer, que atenaza mi corazón y mis sentidos, sumiéndome en un oscuro terror, a la espera del efecto del medicamento.
Y los efectos de las sustancias también son rutinarios: primero, unos minutos en que todo se hace aún más oscuro y aterrador. Luego, un momento indescriptible de vacío, de la nada instalada en mi mente, como si nunca hubiera existido. Después comienza a invadirme una sensación más agradable, casi diría de paz, y finalmente me atrevo a abrir los ojos, aunque todavía me costará un gran esfuerzo enfrentar las tareas del día.
Hoy me he demorado en abrir los ojos, aferrándome un poco más a los instantes de tranquilidad, deseando que no acaben nunca. El peso y el tedio de saber lo que viene después se está haciendo insoportable.
Tres años, ya. Exactamente un día como hoy.
Tres años ya, desde que aquella extraña luz me deslumbró y me impidió contemplar tu partida.
Hoy, cuando el día empezó a aclarar, barriendo las sombras de mi insomnio, tuve la sensación –o tal vez el deseo- de que fuera un día distinto, especial, único.
Pero no puedo dejar que te instales en mis pensamientos. Mi siquiatra me lo ha repetido hasta el cansancio.
Empleo todas mis fuerzas en el acto –otrora tan sencillo- de abrir los ojos.
Y al abrirlos, tratando de no ver el cotidiano desorden de mi sala, tengo que volver a cerrarlos fuertemente, y mi cuerpo se encoge como el de un niño acosado por una terrible pesadilla.
Sigo en mi sillón, sí, gastado y sucio. Pero lo que me rodea no es mi sala, donde los restos de comida y las botellas vacías amenazan con sepultarme.
Mis manos cubren mi cara, y mis dedos oprimen mis sienes. Intento calmar mi respiración, mientras me digo a mí mismo: “-¡Despierta! Las pesadillas quedaron atrás, en la noche. Ya es de día… ¡Despierta!
Con profundo terror vuelvo a abrir los ojos, pero ese ambiente desconocido sigue allí, amenazando quebrar el débil equilibrio de mi mente.
Las paredes son de un metal muy blanco y brillante, y se curvan desde la base, hasta unirse al centro del techo, en un círculo luminoso. El piso, enteramente de cristal, permite ver una corriente de agua que corre por debajo, entre unas piedras perfectamente blancas.
Los muebles son muy extraños, de formas geométricas estilizadas, propios de una película de ciencia ficción.
Entonces, desde la cocina, apareces tú. ¡Tú! Y con esa sonrisa que siempre me ha dejado extasiado, me dices dulcemente:
- ¡Querido! Te has quedado dormido… Ya casi está listo el almuerzo.

lunes, 2 de enero de 2017

Alumbramiento


Vine a nacer ahora:
¿Te das cuenta?
Me alumbraron
tus manos
tus ojos
tu sonrisa…
(Sí, esa sonrisa
que borra el suelo
bajo mis pies
y pone mi piel
alerta).
Porque
con vos
puedo ser yo,
ese que no he sido
nunca,
puedo ser
completamente
yo,
y desde mi ser
con vos,
amarte…

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domingo, 18 de septiembre de 2016

Latido extramundis



Cuando la plenitud
se pinta
en tu sonrisa
tengo que buscar
mi corazón allá,
lejos,
revoloteando tal vez
alrededor
de Sirio

o Betelgeuse...

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Nombre




La pesada carga
de angustias pasadas
invita
a no ponerle nombre.
Pero…
Las horas contigo
que se vuelven
segundos…
El corazón
en vilo
hasta volver a verte…
La paz
inconmensurable
de tu abrazo
apretado…
La dulzura
del beso
que interrumpe
la charla…
El regocijo
del alma
al escuchar
tu risa…
Y la certeza inmensa
de mirar adelante
y ya no ver
la noche,
sino un sol
de esperanza…
Esas cosas no tienen
nombre
todavía.

Pero…¿quién sabe…?

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sábado, 17 de septiembre de 2016

Las horas




¿Qué sueños bebí
en tu boca?
Y ¿cuáles en la tibieza
de tu abrazo?
En vilo me tienen
los minutos
los segundos que faltan
para envolverme
de nuevo en tu aroma.
Para perderme en tus ojos
y descubrir allí
que renazco,
que soy el más fuerte
lidiando
con tus miedos,
y no serán estériles
mi ternura

y mis besos...

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viernes, 8 de julio de 2016

Sabor



Cierro los ojos
y el borde
del cristal de mi copa
trasmuta
en tu boca.
Entonces
el vino 
me sabe a besos,
y tu talle
se desliza 
entre mis manos
hasta quedar
-tú y la copa-
tibios 
en mi pecho...

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miércoles, 8 de junio de 2016

Incendio (Reposición)


            Con ambas manos, me tomé fuertemente de la soga. Ésta, había aparecido providencialmente frente a mis ojos, y no dudé un instante. Tal vez fuera la única oportunidad de sobrevivir.

            El fuego hizo estallar los vidrios de la ventana que estaba tras de mí, en el mismo momento en que mis pies se separaban del balcón, y mi cuerpo quedaba suspendido en el vacío, sostenido por la soga.

            Miré hacia abajo. Las llamas y el humo ocupaban todo el espacio entre los dos edificios. No tenía opción. Comencé a trepar, usando toda la fuerza de mis brazos, y ayudándome con mis piernas, torneadas en la soga.

            Es cierto que en una situación límite uno saca fuerzas de dónde sea, pero la verdad es que ya estaba muy agotado. Había subido dieciséis pisos por las escaleras, huyendo del fuego, y tuve que romper a puñetazos la puerta del apartamento por cuya ventana pude, después, escapar.

            La tensión era extrema, a la vez que veía el fuego avanzar más rápido que yo, hacia lo alto del edificio.

            La soga, surgida desde la nada, era quizá el hilo que me ataba a la vida. Estaba separada de la pared, de modo que no me alcanzaban directamente las llamas, pero también se me hacía muy difícil acercarme a un lugar donde poder hacer pie. Estaba jugado a la resistencia de mis brazos y aún así, no sabía si, al llegar a la cumbre, tendría alguna salida.

            Traté de pensar sólo en la soga, y avanzar palmo a palmo hacia el destino incierto del último piso.

            De pronto, la soga se desprendió de donde fuera que había estado sujeta, y comencé a caer vertiginosamente. Mis ojos, desorbitados, vieron que había faltado muy poco para llegar a la azotea.

            Al mismo tiempo, una cantidad enorme de agua cayó sobre el edificio, aplacando la voracidad de las llamas.

            Pero yo seguía cayendo, y sólo tuve tiempo para escuchar aquella voz, como de trueno,  y ver a la mujer, gigantesca, que con un balde en la mano, recriminaba al niño, gritando:

            — ¡Otra vez jugando con fuego! ¡Y mira cómo has arruinado tus muñecos!
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miércoles, 1 de junio de 2016

Brotes


Temblor y temor
de mi alma
que se baña en la luz
de tu certeza,
de tu arrojo,
de tus palabras
jamás dichas
proclamadas.
No hay duda infinita.
Sólo duda.
Una duda de humano
que lo soy.
El trozo de estrella
cálida
del que estoy hecho
se congela al contacto
de mi humanidad
y dudo.
Pero se abre tu sonrisa
clara
y en el rumor de mañanas
prometidas
encuentro la calma
ansiada.
Y la razón, eterna convidada
de piedra
esta vez logra
que me invada la paz.
Porque te sueño
y te pienso
y pensando te sueño
a mi lado.
Y el futuro se abre a mi vida.
Pimpollo,
anuncio de cielo
en luz
preñado. 
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lunes, 2 de mayo de 2016

Exposición



Abierta
mi alma
sobre mi mano
abierta.
Se ofrece
o mendiga.
No lo sé.
Pero se ve
desde lejos
honda
mortal

la herida.
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sábado, 23 de abril de 2016

Sin luz



Para poder
seguir viviendo
sin vivir,
trasmuta mi piel
en cáscara.
Dura caparazón.
Seca.
Estéril de ternura.
Impermeable
al gozo
al dolor
a la sorpresa.
Piel silente,
nostálgica de nada,
que envuelve un no ser
hastiado,
unos jirones de recuerdos,
una tristeza que cala
hasta los huesos,
y un pabilo
imposible ya

de encender.
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sábado, 16 de abril de 2016

Elección


   Los rayos del sol penetran en la imagen casi horizontalmente, creando unas sombras largas, estilizadas, sugerentes. A esta hora, en que la tarde agoniza, los distintos tonos de verde alcanzan su más diáfana expresión, antes de comenzar a opacarse lentamente y culminar siendo todos una única sombra. Los troncos, con sus ropas de musgo, han crecido libres, anárquicamente torcidos, según los ha guiado la luz que les da la vida.

  La ocre hojarasca, que se tiende cual manto crujiente, habla de renovación, de futura descomposición que volverá a trepar desde las raíces para plenificar de savia nueva hasta la última nervadura de la última hoja.


     El cuadro que se presenta ante mis ojos es de una belleza tal que afianza mi decisión: éste es el lugar indicado. Conociéndote como te conozco, estoy seguro que tú también estarías de acuerdo. ¿Quién osaría romper esta armonía y esta paz para buscar tu cadáver?
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sábado, 9 de abril de 2016

Despedida



Te elevas entre volutas azuladas, y unos destellos rojizos me permiten ver cómo te retuerces, cómo estiras inútilmente tus manos hacia el borde, sabiendo que ya no puedes alcanzarlo. Eso me duele tanto como a ti.
Un cinturón de claveles blancos aprisiona tu cintura contra el pino, otrora vital y desafiante, que ahora yace inerte, bajo tu cuerpo helado.
La Muerte ha venido a desintegrar la vida, como un fuego incontrolado, que lo arrasa todo, sin reparar en sueños, amores o poemas.

Sólo queda, palpitando débilmente  entre las cenizas, esta tremenda soledad.

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domingo, 20 de marzo de 2016

Recuerdos en serie


        Todo ha ido a parar al sótano irremediablemente. Las estanterías están repletas de objetos que, en su momento, han sido importantes en mi vida, los he etiquetado y ordenado por fecha. A veces, me paso horas contemplándolos y reviviendo historias. El osito de peluche que me acompañó en la cuna, el uniforme del colegio, los patines -¡Ah, cuántos golpes!-, mi primera navaja, las calificaciones de la secundaria, el brazalete y los aros que le quité a mi primera víctima, las llaves de mi primer coche, algunas fotos de excursiones a las montañas, las bragas de mi segunda víctima…


        La alarma del móvil interrumpe mis recuerdos. Es la hora en que está sola en su casa y nadie podrá molestarnos. Los números redondos tienen una extraña fascinación, y con ella serán diez.

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jueves, 28 de enero de 2016

El paseo




Ella lucía su pelo atado en dos coletas.
Él llevaba el traje con afectación.
Ella regalaba sonrisas por doquier.
Él caminaba erguido, ajustando su corbata.
Ella saltaba los charcos.
Él buscaba dónde pisar seguro.
Ella lo miraba con ternura.
Él la miraba lleno de orgullo.
            Caminaron de la mano hasta la plaza.
            Eligieron un banco, y se sentaron en silencio.
            El vaivén de los columpios fue la música de fondo.
Él se puso serio, y buscó las palabras adecuadas.
Ella lo miraba, expectante.
Él hizo todo lo posible por disimular.
Ella lo tomó de las manos, casi suplicante.
Él habló, finalmente:
— Tú ganas. Después que juegues con tus amiguitas, te llevaré a tomar un helado.

Ella se colgó, feliz, del cuello de su abuelo.

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martes, 30 de diciembre de 2014

Preñez



Preñez

Parece

que por los cráteres
de tu tenso vientre
milenariamente
grávido
van a brotar
soles
planetas
estrellas.
Desde la oscuridad
de tu espalda
necesito creer
que vendrá
un rayo
- aunque más no sea reflejado-
de esperanza.
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miércoles, 29 de octubre de 2014

Lo que deja la lluvia



Andrajos del alma
que se van
por el cordón cuneta
enredados
con papeles,
ramas
y botellas de plástico.
La lluvia se lleva
la resaca.
Limpia.
Limpia...
Pero deja la certeza
de que todo
volverá a ensuciarse.

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domingo, 7 de septiembre de 2014

Distancia


Que se hace
necesario
imperiosamente
necesario
arrancar
del mapa
ciudades
rutas
puentes
sierras
alambrados
puestos de peaje
y carteles indicadores
incluso
el viento
para juntar
tu vereda con la mía
estirar la mano
esconderla
en el hueco
de tu nuca
atrayéndote
para que sea
por fin

el beso.
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jueves, 17 de julio de 2014

PARTO


PARTO

Observaba
la flor,
que me observaba
a su vez,
distraídamente,
desde el vértice
de su tallo,
cuando un soplo
de brisa,
seguramente alentado
por una musa traviesa,
hizo caer
dos pétalos
sobre mi hoja
en blanco.
Y pareció
que la vida,
en cuclillas,
se ponía a parir
letras
ante mis ojos.
El negro
de mi lápiz
se disolvió
en una sinfonía 
de colores
y todo fue
poesía.

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domingo, 13 de abril de 2014

Almanaque




En la pared, colgados,
los días se despliegan
en un manto liso y claro.
Lanzan guiños
rojos y negros,
y forman rondas
de siete en siete,
con una extraña
regularidad.
El tiempo, cuadriculado,
evoca desde el centro
antiguos césares,
de Roma, antigua y sempiterna.
Y en el devenir de las estaciones,
la luna, polifacética,
determina el momento
de la fiesta.
Uno tras otro, los meses,
seductores,
arremolinan los números
en torno
de una exacta docena
de avatares.
El año entero contempla,
con un dejo de sabiduría,
la herrumbre inevitable
del clavo
del que pende

en estática agonía.
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lunes, 24 de febrero de 2014

Kiss


No existe en el mundo belleza
tan estremecedoramente
bella
como la de tus labios
húmedos
mordidos
apretados
en los diez segundos
que siguen
a mi beso...

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